Seguimos con el relato iniciado en la entrada anterior.
Todo esto llevó a una especie de caos y revuelo en el que las mujeres y los niños se encerraron en las casas y los hombres se prestaron a la defensa. En la plaza se reunió gran cantidad de hombres armados muy variopintamente dándose grandes voces y animándose para la defensa. El Marqués de San Gil trató de calmar los ánimos y se prestó para subir al castillo para parlamentar con los oficiales franceses y averiguar qué pasaba. Lo hizo al punto acompañado de todos estos hombres, y habiendo llegado a poca distancia de los oficiales franceses, hizo ademán para que coronel al mando se adelantase y hablase con él. Éste se adelanto llevando en la mano su sable reglamentario. Un vecino llamado Diego Sánchez Pabón, al ver que el coronel llevaba desenvainado su sable, creyó que iba a matar al Marqués e intentó agredirle con un palo. El coronel esquivó el golpe con su sable y de varias estocadas mató a este vecino. Este hecho paralizó a los ciudadanos que allí se encontraban y confirmó su errónea creencia de que los prisioneros franceses se habían sublevado.
Todo esto llevó a una especie de caos y revuelo en el que las mujeres y los niños se encerraron en las casas y los hombres se prestaron a la defensa. En la plaza se reunió gran cantidad de hombres armados muy variopintamente dándose grandes voces y animándose para la defensa. El Marqués de San Gil trató de calmar los ánimos y se prestó para subir al castillo para parlamentar con los oficiales franceses y averiguar qué pasaba. Lo hizo al punto acompañado de todos estos hombres, y habiendo llegado a poca distancia de los oficiales franceses, hizo ademán para que coronel al mando se adelantase y hablase con él. Éste se adelanto llevando en la mano su sable reglamentario. Un vecino llamado Diego Sánchez Pabón, al ver que el coronel llevaba desenvainado su sable, creyó que iba a matar al Marqués e intentó agredirle con un palo. El coronel esquivó el golpe con su sable y de varias estocadas mató a este vecino. Este hecho paralizó a los ciudadanos que allí se encontraban y confirmó su errónea creencia de que los prisioneros franceses se habían sublevado.
La noticia corrió rápidamente de boca en boca, y los lebrijanos que aún no se
habían procurado un arma corrieron a armarse. Entre tanto, los oficiales
franceses decidieron dirigirse al Mantillo, donde se encontraba la casa en la
que se alojaba la tropa francesa, a través del Callejón del Rastro, para
reunirse con ellos y organizar su defensa. Llegaban a la puerta del Castillo
cuando fueron interceptados por multitud de lebrijanos armados que abrieron
fuego contra ellos. Viendo imposible su avance por el Callejón del Rastro y su
retirada al Castillo, tomaron camino por un estrecho sendero lleno de chumberas
que entonces guiaba a la Fuente de Márquez. Siempre, eso sí, haciendo frente a
los lebrijanos atacantes. Se dirigieron hacia el camino de Sanlúcar y
posteriormente, sin tocar “Huerta de Masena”, al camino de Jerez junto al
llamado callejón de los espinos.
El relato completo lo podéis encontrar en este enlace.
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